
Tocar tu piel,
el pulso abierto
al filo de la mirada.
Que ésa sea
la casa, la estrella
del primer día.
Rosa inflamable,
boca del aire.
Noche afuera
ascender de la noche
hacia la oscuridad más plena
hasta encontrar agua que no se bebe
ni corre bajo el pie
agua que no se oye
ni se ve
o esperar en la boca del pozo
que se cierra
la cuerda que es carne de tu lengua
que te dice y te cuelga
Al morirme, una mosca oí zumbar; había
en la estancia una calma
parecida al sosiego
del aire entre un jadeo de borrasca.
Unos ojos sin lágrimas en torno;
y todos contenían el aliento
para el último asalto, cuando el Rey
ya está en el aposento.
Mis dádivas legué, y cedí con mi firma
la parte que quedaba
aún por asignar. Y se interpuso
entonces una mosca; tropezaba
y tenía un zumbido azul, incierto
entre mí y la luz viva;
entonces se borraron las ventanas
y luego verme viendo no podía.