jueves, 31 de mayo de 2012

Sara Herrera Peralta y el consuelo





Últimamente la ciudad es el espacio del miedo y el desasosiego. Miedo a perder el trabajo, miedo a las comunicaciones oficiales, a los documentos bancarios, a la rabia del prójimo, a estar excluidos de ser por no tener, miedo al fracaso y a la propia soledad.

Con esta temática de fondo, Sara Herrera Peralta (Jerez de la Frontera, 1980) aborda su  poemario Provocatio. Utilizando un lenguaje sencillo, con un estilo áspero y nada artificioso, la autora plantea de manera profundamente epidérmica las claves que otros (se me ocurre ahora por ejemplo Tony Judt) se han encargado de desarrollar de una manera más teórica:

La metamorfosis de un sueño
Truncado
Sobre el tejado de las casas:
(…)
Construir la vida
Es hipotecar, también,
El alma entre los muros.

Pero del mismo modo, en su palabra poética opera esa alquimia que ya se ha encargado, entre otros, de poner de manifiesto Antonio Gamoneda: el consuelo como forma particular del placer. Efectivamente, la poeta jerezana nos expone el miedo, la indignidad, la sensación de fracaso propios de las sociedades actuales y, a través de ese mismo acto crudo, nos brinda alivio a sus habitantes, aquellos que seguimos “pidiendo auxilio”:

Como un frasco de cristal
que tropieza,
se cae,
se rompe
y se hace añicos en nuestras manos,

con ese estruendo,
los habitantes siguen pidiendo auxilio.

Con la convicción de que la poesía puede estar en cualquier manifestación de la cotidianeidad, Sara Herrera Peralta construye la esencia de nuestros desvelos, reuniéndonos a todos (es significativo el uso común de la tercera persona en sus poemas) en torno a su palabra, absolutamente necesaria en los tiempos que corren: nos humaniza y nos hace sentir menos solos.

Money Money

La ciudad es una fábrica cubierta de resina.
Sus habitantes duermen
en los colchones que el dinero ha jubilado.
Nuevos y ergonómicos,
absorben los restos de los cuerpos,
cantan a las mañanas.

En la teletienda
están vendiendo abrefáciles para quitarle la piel
a los desechos.

¿Por qué sigues llorando cuando pelas la cebolla?



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