En la infancia nuestro nombre no es nada, una simple llamada a la que responder. Luego, vamos llenando de contenido ese sonido hasta formar el rostro de un tirano al que no podemos traicionar bajo pena de incoherencia.
*
A ese enorme malentendido entre luz y oscuridad lo llamamos identidad.
*
Aunque todo cambia a su alrededor, él es siempre su mismo paisaje.
*
La costumbre oscurece muchos relámpagos.
Imagen: Marcos Zafra.