El día de su
cumpleaños, para combatir su insistente sensación de hastío y darse un respiro,
pensó en hacer algo especial, una actividad excitante y radicalmente distinta de
aquellas que normalmente hacía. Pero pronto se percató de que lo que más le
apetecía hacer era reunir en ese día todos los insignificantes destellos que,
esporádicamente, le daban placer y en los que casi nunca se detenía. Así, ese
compendio de pequeños goces fue la gran novedad bajo la que transcurrió su
cumpleaños. Esa y la sorprendente revelación, como quien descubre una cueva en
el fin del mundo, de la enorme ligereza de ser, a veces, feliz.
Imagen: Fotograma de la película Tren de sombras de José Luis Guerín
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