
Mi alma sin libertad ha levantado
un rasgo de relámpago, que es un rasgo ardiente
de restos de belleza,
y la acción del amor es
un herido completo de ceniza.
Al morirme, una mosca oí zumbar; había
en la estancia una calma
parecida al sosiego
del aire entre un jadeo de borrasca.
Unos ojos sin lágrimas en torno;
y todos contenían el aliento
para el último asalto, cuando el Rey
ya está en el aposento.
Mis dádivas legué, y cedí con mi firma
la parte que quedaba
aún por asignar. Y se interpuso
entonces una mosca; tropezaba
y tenía un zumbido azul, incierto
entre mí y la luz viva;
entonces se borraron las ventanas
y luego verme viendo no podía.