En cuestión de un segundo, la muerte hace añicos un espejo.
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Como una llama atrapada en su propia quemadura, así se envenenan los días.
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Dos retratos
I
Su mirada: un cuenco vacío, un invierno en tiras, un gesto sin mapa. Y sus labios la frontera de un turbio nido.
II
En su rostro serio duermen una herida y un niño.
Imagen: Chema Madoz
2 comentarios:
Hola, Sergio, el segundo retrato es la forma más corta, fascinante y precisa que he leído nunca para describir el fin de la infancia, me encanta! Estos lunares van hacia mancha, hacia color de piel, hacia cuerpo completo ;-) Un abrazo
Millones de gracias lectora!!! No sé qué decir, totalmente abrumado por tus palabras, que son un regalo y una enorme inyección de ánimo para continuar. Creo que ese rostro agazapado lo hemos tenido y lo seguimos compartiendo muchos... Reitero mi agradecimiento y lo acompaño de un fuerte abrazo.
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